Pensar la raíz del pacto patriarcal

Por Xóchitl Guzmán Delgado y Berenice Pérez Amezcua

El mundo social se ha construido y reafirmado desde una lógica pensada en y para privilegiar a un sector de la población: a los hombres. Quienes a lo largo de la historia han protagonizado la esfera pública, han estado en primera plana en las ciencias, en la política, en el deporte, entre otras actividades y hallazgos importantes. Dejando a la mujer en la esfera privada, al cuidado de la casa, la alimentación, la crianza, sin la posibilidad de tomar decisiones incluso, ni de su propio cuerpo. Esa diferencia sexual forma parte de los roles que son inculcados por la cultura y que generan la desigualdad en oportunidades y de trato entre los géneros.

Las diversas luchas y reflexiones feministas nos dan la oportunidad de visibilizar la raíz de esta desigualdad, identificando que desde el lenguaje, al menos en el castellano, se da preferencia a lo masculino, donde todas las mujeres se deben sentir incluidas cuando se dice: “todos tienen derecho a participar”, “los profesores, los estudiantes, los trabajadores”, además, como mujeres no debemos ofendernos si se burlan de nosotras mediante chistes, símbolos o insinuaciones sexuales, porque forman parte de los diálogos entre hombres.

El orden simbólico se ha construido de acuerdo a la diferencia sexual, bajo la lógica de seguir patrones sociales marcando la diferencia entre ser mujer y ser hombre desde los terrenos ideológicos y se trasmiten y legitiman estos patrones de desigualdad a través de las instituciones. Juzgando a la mujer que decide luchar por el derecho a decidir sobre su cuerpo; se silencia a quienes buscan un lugar en la ciencia, en el deporte; se estigmatiza a las que deciden denunciar a sus agresores sexuales (que principalmente son hombres). Se pone en duda la palabra de las mujeres ¿por qué? Por el simple hecho de ser mujeres.

Ante la violencia sistemática y estructural que se ejerce contra las mujeres, son las mismas mujeres quienes han trabajado y presionado para crear marcos normativos que las protejan, que busquen prevenir, pero también sancionar la violencia que hacia ellas se ejerce día a día.

El Estado mexicano ha suscrito y ratificado diferentes tratados internacionales1 en materia de atención a la violencia y discriminación contra las mujeres, lo que le obliga a generar leyes e instituciones que regulen y velen por la protección de la vida de las mujeres, niñas y niños. En un mundo regido por estructuras patriarcales; ser mujer es un riesgo, en un país machista y misógino en el que diariamente se comenten 10 feminicidios2, las mujeres han manifestado de diferentes maneras, la urgencia por crear medidas que les permitan sentirse seguras, para poder caminar sin miedo a ser desaparecida, a usar la ropa con que se sientan más cómodas sin ser motivo de que la acosen sexualmente, a poder ir a clases sin el temor de gustarle al profesor, pedir un trabajo laboral sin miedo de ser seducida por su jefe.

A pesar de los convenios y tratados ratificados por México, de las leyes creadas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, falta mucho por sensibilizar y concientizar, para que sea real que las mujeres vivan libres de violencias; se sigue responsabilizando a las mujeres por estos hechos, por no saber tomar buenas decisiones, estar a horas no permitidas en algún lugar, por buscar ese trabajo y admirar al profesor, se sigue responsabilizando a las mujeres por las violencias que hacia ellas se ejercen.

Todos estos pensamientos y comportamientos son códigos que forman parte del mundo simbólico que aprendemos desde la cultura patriarcal. Son acuerdos entre hombres que se protegen entre ellos (sin darse cuenta, o sin querer darse cuenta) por continuar en el poder, en la toma de decisiones, en la política. Son códigos sembrados para generar la raíz de la desigualdad, que ante la ley no necesitan ser protegidos, pero si desde lo social, lo cultural.

Hace días se ha escuchado “pacto patriarcal”, ¿Qué es esto? Diferentes autoras, han escrito sobre el patriarcado y los diferentes mecanismos que tiene para sostenerse, uno de estos es el pacto patriarcal.

Celia Amorós3, refiere que hay un pacto entre varones: “… una especie de pacto interclasista, metaestable, por el cual se constituye en patrimonio del genérico de los varones en cuanto se auto-instituyen como sujetos del contrato social ante las mujeres –que son en principio las “pactadas”. Este pacto se manifiesta cuando los hombres callan ante un acto de violencia, acoso sexual, “chistes y bromas” sexistas, violaciones, la difusión de contenido sexual sin autorización de la mujer implicada; cuando minimizan, ridiculizan y deslegitiman denuncias para que la violencia machista se continúe perpetuando.

Romper con eso, es darles voz a las mujeres, es creer en su palabra, es la posibilidad del Estado de darse cuenta que hay una brecha de desigualdad que permite la violencia hacia las mujeres.

Pero también, romper el pacto exige que: dejen de existir complicidades entre los hombres, dejen de justificar las violencias de otros hombres, de hacer como que no ven o no saben, de callarse y volverse cómplices ante el acoso de sus iguales a las mujeres, de guardar silencio ante los delitos cometidos y las violencias ejercidas por otros hombres; implica, creerles a las víctimas, señalar y castigar al agresor.

Las mujeres no buscan ser protegidas, lo que piden a gritos, es que los hombres dejen de violentarlas, dejen de protegerse los unos a los otros. Todas las personas debemos desaprender estos pactos y aprender a mirar sin las cadenas patriarcales. Mirar desde el feminismo es comprender que las mujeres no queremos robar la voz de ellos, queremos que nuestra voz sea escuchada.

1 https://www.dof.gob.mx/nota_detalle_popup.php?codigo=5343064

2 https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2020/03/05/onu-feminicidios-en-mexico-crecieron-de-7-a-10-diarios-en-tres-anos-8647.html

3 Amorós, Celia: “Feminismo: Igualdad y diferencia”. Capítulo I. (1994) PUEG-Programa Universitario de Estudios de Género-Universidad Nacional Autónoma de México.

Fotos: José Luis Arroyo.